miércoles, 13 de diciembre de 2006

LA ESCUELA ECOLÓGICA Y EL ARAGUANEY DE ORO

LA ESCUELA ECOLÓGICA Y EL ARAGUANEY DE ORO



Autor: Pedro Salazar
Ilustraciones: Johann Strauss





Érase una vez: que los hombres vivían en los campos a orillas del mar, valles, montañas y ríos, amando con gran respeto a la naturaleza muy parecido a como lo hacían las demás criaturas de la creación.


Pero el hombre influenciado por la ambición de poder y dominio, en vez de amar y vivir en paz, inventó necesidades nuevas tienen nada tenían que ver con la intención de mantener el equilibrio ecológico conjuntamente con la armonía universal.

Fue así como construyó enormes ciudades apiñándose no sólo uno al lado del otro sino también familias sobre familias.



En uno de los tantos descuidos y errores del hombre apareció la basura y lo hizo en forma tan brutal y agresiva que invadió las casas, las calles, las escuelas y todos los espacios de la ciudad.


Los ciudadanos tratando de enmendar su grave error emprendieron intensas acciones para derrotar la persistente basura, algunos la trasladaron en grandes camiones hacia las más altas montañas y los más profundos precipicios.




Otros utilizaron los desagües para ahogarla en el mar.




Los más fanáticos decidieron quemarla para desaparecerla.




No obstante mientras más la combatían más se reproducía, el contraataque de la basura fue feroz e inmisericorde: pues cuando la quemaron aumento del calor de la tierra, se convirtió en humo y subió hasta el cielo contaminando el aire que respiramos.




Cuando la votaron en la montaña bajó por quebradas y ríos contaminando el agua que bebemos.




La basura que arrojaron por los desagües llegó hasta el mar, envenenó los peces, las algas y luego regresó a la playa para infectar a los bañistas.



Las epidemias azotaron la población y eran muchos los enfermos, motivado al exceso de contaminación.



Era tanta la furia e impunidad de la basura que se atrevió a invadir la iglesia, donde los niños adoraban al señor e imploraban su protección. Entonces Dios le concedió el don de la limpieza y los equipó para que la vencieran.




Los niños se fueron a sus escuelas y conjuntamente con sus maestros y demás miembros de la comunidad hicieron un plan educativo integral, la disminución de la producción de basura fue considerada tan importante como su recolección, se implementó una campaña de concientización donde la familia y la comunidad jugaban un rol de apoyo fundamental. Fue así como la basura comenzó a ceder terreno ante la humanidad.




La escuela ecológica era una de las instituciones que más había luchado contra la contaminación arborizando su patio, cuidando el jardín y pintando sus paredes, concientizó a la comunidad logrando que todos se amaran, se respetaran y vivieran en paz estudiando para ser cada día mejores ciudadanos en un ambiente limpio y bello.



En la escuela ecológica estaban satisfechos por los logros en pro del ambiente, la pulcritud y la mejora de la calidad de la vida, no obstante había cierta preocupación porque ya se acercaba el 21 de marzo, equinoccio de primavera, fecha en la cual el día y la noche son del mismo tamaño, caen las primeras lloviznas del año y los araguaneyes por doquier florecen. El ministerio del ambiente en conmemoración a tan hermoso acontecimiento natural había creado como premio el araguaney de oro para las instituciones que más aportes hicieran a la preservación del ambiente.

Las escuelas se afanaban recolectando la mayor cantidad posible de basura para optar a la medalla dorada con la estampa del árbol nacional.

A pesar del esfuerzo por recolectar basura, la escuela ecológica permanentemente se mantenía tan limpia que ni siquiera una bolsa fue posible llenar.

El premio parecía estar totalmente perdido, esa tarde llovió y a sus casas tristes se fueron.

A la mañana siguiente, a llegar a sus escuelas encontraron que natura los había premiado con una lluvia de oro en flores de araguaney, felices danzaron haciendo rondas de amor, sobre la amarilla alfombra, bajo el árbol teñido del sol, era la ofrenda de los niños al sagrado creador.

En eso se presentó un grupo de señores y señoras que dijeron venir de la capital, eran el jurado del ambiente y debían evaluar a.

Los niños se preocuparon por qué basura no pudieron reunir, pero los magistrados, admirando tanto orden, pulcritud y esplendor a la escuela ecológica la consideraron un tesoro y cumpliendo con patriótico mandato le otorgaron el araguaney de oro.


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